Al árbol solitario con Valeska
Tango Mar queda a una distancia ideal del famoso árbol solitario de Nicoya para visitarlo a caballo. Un pequeño paseo que no me quería perder. Pero…a caballo… hmmm.
Llegado a los establos ya había unas personas para el paseo – también para ellos, hacía mucho no habían montado. Cornelio, el guía, nos indicó a cada uno un caballo. En mi caso, fue la yegua Valeska. Dudé un instante, pero como era tranquila y tenía una bella mirada, me convenció y la monté sin miedo. Hicimos clic (según yo…).
El paseo empezó por los árboles detrás de Tango Mar. Un camino bastante estrecho, pero para los caballos no fue ningún problema. Un poco inseguros al principio, pronto encontramos el ritmo que nos permitió hablar y realmente disfrutar la caminata por el bosque, que nos dio una sombra deliciosa.
Llevamos un ritmo tranquilo, de vez en cuando interrumpido cuando Valeska quería caminar a la par de su amiga e intentó un trotecito suave.
No estábamos solos en el camino. Encima de nosotros escuchamos unos rugidos, y vimos unos monos congos que jugaban en los árboles, brincando de uno a otro. Encima de ellos y nosotros vimos unas lapas rojas, elegantes y coloridas. Incluso hubo una que se había sentado, como a posar, en una rama. Nos hicieron más especial el paseo.
El camino iba bajando un rato y de repente nos encontramos en una playa. Nos paramos un momento para sentir la brisa y admirar la belleza del lugar.
Seguimos de nuevo entre los árboles – ¡sombra bendita! – y luego, de nuevo al borde del mar, de repente, lo vimos: el árbol solitario. No es exageración el nombre. Realmente está solo en el mar, tiene las raíces en el agua, cuando la marea es baja se les ve extendiéndose por varios metros.
Me impresionó mucho. Sólo, las raíces en el agua, sin más sonido que el suave golpeteo de las olas contra su tronco, nos da cátedra de resiliencia y voluntad. Orgullosamente fuera de lugar, espléndido en su soledad. Me sentí pequeña y humilde frente a tanta grandeza, pero sobre todo…maravillada por verlo.
Dice Cornelio, el guía en el tour, que el árbol ya lleva más de 100 años. También le dicen “el Árbol de Dios”, y según algunos lugareños les concede milagros. Para mí, ya sólo verlo sobrevivir allí me parece uno.
Cuando regresamos a Tango Mar me despedí de Valeska como de una vieja amiga. Ella, con la misma mirada que antes. Me quedó claro… el clic fue imaginación, pero aun así estaba feliz con el paseo. ¡Valió la pena!